domingo, 28 de diciembre de 2008

FELICES FIESTAS! (con Bombita Rodriguez).

En este fin de año aprovecho para saludarlos y compartir con ustedes este video del gran Bombita Rodriguez, asi nos regalamos una sonrisa. Felicidades!!!
(supongo que no voy a tener problemas por los derechos de autor... el 7 es la television publica, es asi?...)

miércoles, 10 de diciembre de 2008

ERUCA SATIVA, cerrando el año en el Paseo de las Artes.





ERUCA SATIVA es una banda cordobesa que nació a fines del año 2007. Se trata de un power trio, integrado por Lula Bertoldi en guitarra y vos, Brenda Martin en bajo y coros, y Grabriel Pedernera en bateria y coros.
A mediados de 2008 lanzaron su primer disco, titulado "La Carne", compuesto por 14 canciones de un rock potente, donde se demuestra la versatilidad y virtuosismo del trío, como así también la influencia de bandas como Red Hot Chilli Peppers, Foo Fighter, Rage Against the Machine y Divididos, entre otras.
Estas fotos y el video, fueron tomadas el pasado 07/12/2008, cuando se presentaron en el patio del Paseo de las Artes, ciudad de Córdoba

martes, 9 de diciembre de 2008

LFC, 10 años antes del regreso.

Apenas unos pocos días pasaron del regreso de LFC a Córdoba, y a contrapelo de la moda comparto con ustedes este recuerdo del Calabera Experimental Concherto; unos de los recitales mas importantes del rock de los 90, y para mi gusto el pico más alto de creatividad alcanzado por la banda.
Lamentablemente el disco en vivo que quedó como registro de ese show memorable pasó sin pena ni gloria por las disquerias, y recaudó mucho menos que este regreso taquillero (al que muchos de nosotros no asistimos porque despues de pagar las entradas para Soda quedamos endeudados por mas de 12 meses... juas).
1998, sin Pablito Lezcano pero con Ariel Minimal (y Valeria Bertuchelli!!!!). Los Fabulosos Cadillacs: Saco Azul.

domingo, 16 de noviembre de 2008

TORAX, Rock Fusion

TORAX es un grupo de Rock formado en ciudad de Córdoba a fines de 2006 y principios de 2007, por iniciativa de Titi Tivarola (guitarrista compositor y productor).
El estilo de la banda surge de la fusion de rock duro con jazz y folclore, a lo que se suma una busqueda experimental que tiene como resultado una música potente y libre, sediendo un importante espacio a la improvisacion.
Otra de las principales características de Torax, es la movilidad de sus integrantes, que ha ido cambiando de un show a otro, con la intensión de enriquecerse de los distintos "colores" ofrecidos por cada uno de los que pasa por el escenario. En el caso particular del primer disco, la banda ha sido integrada por Brenda Martin, Andrés Arias, Gabriel Pedernera, y por su puesto, Titi Rivarola, creador del proyecto.
El siguiente registro de fotos y video, lo tomé el pasado sábado 08/11/2008 en el auditorio de la Ciudad de las Artes. Espero lo disfruten.
Titi Rivarola en Guitarras
 Andrés Arias en Teclados
Gabriel Pedernera en Bateria
Brenda Martin en Bajo




TORAX
08/11/2008 Ciudad del las Artes. Córdoba. Argentina.
http://www.myspace.com/toraxrockfusion

domingo, 28 de septiembre de 2008

POSTALES DE UN TIEMPO ANTES DEL DOLOR









Abril de 2002. Lago Puelo.
Ghubut, Argentina.

lunes, 22 de septiembre de 2008

DE UN LORCA A OTRO, Por Muhsin Al-Ramli.

Lo que estaba se ha llevado lo que queda...
y me despedí de Irak.

Abandoné las comisarías, los cementerios.
Crucé las murallas de fusiles y las farmacias vacías.

He sido duro con el jardín de las manos en despedida
y con las lágrimas de las chicas que se quedaban atrás
porque mi llanto, delante de mí, es largo
y mi mapa es un bastón de ciego.

Mi corazón es un cementerio lleno de seres queridos
y mi medicina está allí... allí,
con los gitanos de Andalucía.

Crucé países, muchas ciudades
y conviví con pueblos deprisa
porque Granada estaba esperándome,
Y yo a ella;

Porque Lorca posa su mirada
sobre las agujas del reloj y los olivares.
Mi amigo, mi hermano, está esperándome
desde nuestros primeros cuadernos.

Sollozaré entre sus brazos.
Mojaré su camisa bordada de canciones.
Le contaré todo lo que ha hecho el verdugo
en los dos ríos, en las palmeras
y en los amigos.

Le describiré la cuerda con la que ahorcaron a Hassan Mutlak,
y la máquina de picar almas y carne iraquíes.

Pero he encontrado su casa vacía
a excepción de su sillón, vibrando,
entre la ventana y el poema.


Llamé: Lorca. Lorca.

Oh, secreto de la insistencia de mi madre en fumar, a pesar del asma.
¿Dónde estás?
Amigo mío y socio mío en la inocencia.
¿Dónde estás?

Nada, excepto su sillón, vibrando,
entre la ventana y el piano.
Seguí llamando hasta que apareció su vecina, una gitana,
y dijo: Tu amigo nos dejó lo que queda.
Se ha despedido de su sillón...

Ahora te describiré el pañuelo con el que le taparon los ojos
después de su última mirada al reloj, esperándote.
Te cantaré su último poema;
su último respiro.

Los disparos se agitaron y
nos retorcimos en la torcedura...
El llanto en todas las partes...
Todas las partes son llanto.

Nuestras manos han señalado
a las nubes y a la alta perplejidad.

«He venido a Granada buscando a Lorca.
Tal vez...para que escribiera sobre los asesinados de mi familia.
Pero... le encontré asesinado».

domingo, 14 de septiembre de 2008

NO A LIBERAR IRAK DE MI, Por Muhsin Al-Ramli.

No a liberar Irak de mí
Esta tinta derramada en vuestra prensa es la sangre de mi país.
Esta luz diluviada de vuestras pantallas es el brillo de los ojos en los niños de Basora.
Éste que está sollozando en la oscuridad de su exilio soy yo;
huérfano después de que hayáis matado a mis padres: Tigris y Eúfrates;
viudo después de que hubierais crucificado la pareja de mi alma: Irak
¡Por ti, tierra mía: crucificada de entre las regiones!

Ay de vosotros, señores de la guerra.
Escuchadme: No a la fiesta de los ejércitos en el tejado de mi casa.
No al verdugo que habéis plantado o al que vais a plantar.
No a vuestra libertad caída sobre las cabezas de mi gente en bombas.
No a liberar Irak de mí o a mí de él.
Yo soy Irak.

Mis hierbas son las letras y sé lo que quiero.
Dejadme a mí mismo, a mi rabel y a vuestra ausencia.
Volved a vuestras películas detrás del océano.
Dejad para mí lo que queda de los alminares,
de los mausoleos de mis ancestros, de las tumbas de mi familia...
y bebed de las copas del petróleo hasta que os saciéis.

Robad la miel del azufre y la arena del desierto.
Llevad con vosotros a vuestros clientes.
Llevaos al dictador con cada parte de vosotros que ha comprado con mi sangre.

Llevad lo que queráis y marchad,
dejadme solo con lo derribado de los sueños de mi hermana,
con el incendio de las palmeras en las orillas de Mesopotamia,
con los huesos de mi padre y el té de la merienda.

Dejadme solo con las canciones tristes del sur,
con la danza degollada del norte y con el pavo real de los Yasidíes.
Dejadme solo curando las heridas de mi tierra: Irak.
Solo... igual que María... solo con mi soledad...

Mi país: el crucificado de entre las regiones.
Sabré cómo animar su resurrección.
Sabrá cómo renacer de su ceniza.
¿Acaso habéis olvidado que él es el creador del Fénix?

Un infierno para vosotros, señores de la guerra.

Escuchadme: No asustéis a las nubes de Bagdad con vuestros aviones.
No sembréis soldados en nuestro jardín.
No quitéis la chilaba a mi madre.
No. Grito "no" a liberar Irak de mí o a mí de él.
Yo soy Irak.

Las aldeas han florecido de mi abrigo, y sé lo que quiero.
Dejadme a mí mismo, a mi familia y a vuestro olvido.

viernes, 22 de agosto de 2008

YO MIRO TU AMOR

Atentos amigos, Dios está rockeando mejor que nunca... disfurten...

sábado, 5 de julio de 2008

PERDIDA Y RECUPERACION DEL PELO, Por Julio Cortazar.

Para luchar contra el pragmatismo y la horrible tendencia a la consecución de fines útiles, mi primo el mayor propugna el procedimiento de sacarse un buen pelo de la cabeza, hacerle un nudo en el medio y dejarlo caer suavemente por el agujero del lavabo. Si este pelo se engancha en la rejilla que suele cundir en dichos agujeros, bastará abrir un poco la canilla para que se pierda de vista. Sin malgastar un instante, hay que iniciar la tarea de recuperación del pelo. La primera operación se reduce a desmontar el sifón del lavabo para ver si el pelo se ha enganchado en alguna de las rugosidades del caño. Si no se lo encuentra, hay que poner en descubierto el tramo de caño que va del sifón a la cañería de desagüe principal. Es seguro que en esta parte aparecerán muchos pelos, y habrá que contar con la ayuda del resto de la familia para examinarlos uno a uno en busca del nudo. Si no aparece, se planteará el interesante problema de romper la cañería hasta la planta baja, pero esto significa un esfuerzo mayor, pues durante ocho o diez años habrá que trabajar en algún ministerio o casa de comercio para reunir el dinero que permita comprar los cuatro departamentos situados debajo del de mi primo el mayor, todo ello con la desventaja extraordinaria de que mientras se trabaja durante esos ocho o diez años no se podrá evitar la penosa sensación de que el pelo ya no está en la cañería y que sólo por una remota casualidad permanece enganchado en alguna saliente herrumbrada del caño. Llegará el día en que podamos romper los caños de todos los departamentos, y durante meses viviremos rodeados de palanganas y otros recipientes llenos de pelos mojados, así como de asistentes y mendigos a los que pagaremos generosamente para que busquen, separen, clasifiquen y nos traigan los pelos posibles a fin de alcanzar la deseada certidumbre. Si el pelo no aparece, entraremos en una etapa mucho más vaga y complicada, porque el tramo siguiente nos lleva a las cloacas mayores de la ciudad. Luego de comprar un traje especial, aprenderemos a deslizarnos por las alcantarillas a altas horas de la noche, armados de una linterna poderosa y una máscara de oxígeno, y exploraremos las galerías menores y mayores, ayudados si es posible por individuos del hampa, con quienes habremos trabado relación y a los que tendremos que dar gran parte del dinero que de día ganamos en un ministerio o una casa de comercio. Con mucha frecuencia tendremos la impresión de haber llegado al término de la tarea, porque encontraremos pelo (o nos traerán) pelos semejantes al que buscamos; pero como no se sabe de ningún caso en que un pelo tenga un nudo en el medio sin intervención de mano humana, acabaremos casi siempre por comprobar que el nudo en cuestión es un simple engrosamiento del calibre del pelo (aunque tampoco sabemos de ningún caso parecido) o un depósito de algún silicato u óxido cualquiera producido por una larga permanencia en una superficie húmeda. Es probable que avancemos así por diversos tramos de cañerías menores y mayores, hasta llegar a ese sitio donde ya nadie se decidirá a penetrar: el caño maestro enfilado en dirección al río, la reunión torrentosa de los detritos en la que ningún dinero, ninguna barca, ningún soborno nos permitirán continuar la búsqueda. Pero antes de eso, y quizá mucho antes, por ejemplo a pocos centímetros de la boca del lavabo, a la altura del departamento del segundo piso, o en la primera cañería subterránea, puede suceder que encontremos el pelo. Basta pensar en la alegría que eso nos producirá, en el asombrado cálculo de los esfuerzos ahorrados por pura buena suerte, para escoger, para exigir prácticamente una tarea semejante, que todo maestro consciente debería aconsejar a sus alumnos desde la más tierna infancia, en vez de secarles el alma con la regla de tres compuesta o las tristezas de Cancha Rayada.

Historias de Cronopios y de Famas, Ocupaciones Raras, Julio Cortazar, (1962)


viernes, 27 de junio de 2008

EL ELOGIO DE LA SOMBRA, por Sandra Russo

Junichiro Tanikazi, un ensayista y novelista que como otros grandes nombres de la literatura del Japón fundó su obra en la nostalgia de una tradición milenaria que se les estaba escapando de las manos, escribió un libro que tiene por nombre el mismo que este artículo y que es una extraordinaria reflexión sobre el papel de la sombra en la vida cotidiana de ese país. A lo largo de la historia, Occidente buscó e inventó maneras eficaces de iluminar sus escenas públicas y privadas. Oriente, por el contrario, desarrolló su cultura en la penumbra, haciendo de la luz no una constante, sino una aparición, una ráfaga.

La tradición japonesa, alerta siempre y en búsqueda permanente de la belleza y sus repliegues más sutiles, se extendió durante siglos, según Tanikazi, como una articulación entre luces y sombras, haciendo del claroscuro su juego favorito. La belleza, para los japoneses antiguos, no era en sí misma un hecho sino el resultado de la yuxtaposición de lo claro y lo oscuro. El arte japonés necesita que a la luz la cabalgue la sombra. Esa cultura no rechaza, así, la sombra, no sólo en el arte: es en la vida cotidiana donde mejor se expresa la necesidad de valorar, rescatar y subrayar la actuación de la sombra. Aunque también es posible entender la vida cotidiana japonesa como parte de un arte.

Los occidentales nos llevamos mal con la penumbra. Lo claro es un valor. Claro y oscuro son palabras que en Occidente se escapan de la adjetivación y derivan en conceptos morales. Lo claro es puro, transparente, y lo oscuro nos repele. Tanikazi se inspiró, para su ensayo, en la irritación que le provocaba, allá por los '50, la iluminación eléctrica. A conciencia de que semejante innovación tecnológica se abriría paso sola y sin fronteras, Tanikazi, que en el momento de iniciar el ensayo estaba construyéndose una casa japonesa tradicional, encontró la oportunidad de repensar las costumbres de su país y concluyó que todo el monumental código de belleza japonés tenía razón de ser en base a cierta forma de iluminación. Linternas a petróleo, velas, penumbra: la luz define contornos, crea efectos, aumenta lo mínimo, se presta a confusiones, a visiones, predispone al espíritu al estremecimiento de lo visto y lo imaginado.

Tanikazi se detiene en los retretes, como se lee en las traducciones. Se detiene en los inodoros. En los monasterios japoneses y en los viejos pabellones de té, el ensayista cuenta que todavía, en su época (el autor murió en 1965) era todavía posible gozar de la sabiduría de la arquitectura tradicional japonesa. Semioscuros, meticulosamente limpios, ubicados en el exterior de los edificios pero en lugares a los que se llegaba a través de galerías techadas, los retretes eran instalados entre bosques perfumados, construidos con shojis –esos paneles de madera y papel que ahora en Occidente se usan como biombos–, y tenían siempre una gran ventana que permitía desde el interior ver el jardín. El retrete, se sabe, es un lugar funcional a una necesidad fisiológica, pero Tanikazi le da importancia justamente por eso. La arquitectura tradicional japonesa, a diferencia de la occidental, elevó a otro rango las necesidades fisiológicas: no debían estar exentas de belleza. El maestro Soseki, uno de los novelistas más importantes de principios del siglo pasado, contaba que uno de los grandes placeres de la vida era "ir a obrar" cada mañana al amparo de sencillas paredes lisas de papel, mientras contemplaba el azul del cielo y el verde del paisaje. El lugar en sí mismo era oscuro, claroscuro, y eso era sustancialmente bello: la luz sólo permitía asegurarse de la limpieza del lugar, mientras la naturaleza tenía su luz propia.

La limpieza, no obstante, no ha sido una obsesión japonesa, como sí lo es hoy día entre los occidentales. Algunos hitos de belleza japonesa consisten precisamente en el envejecimiento paulatino de algunos utensilios que cobran más vida y más valor a medida que más veces y más manos se posan sobre ellos, dejando imperceptibles marcas que, sumadas, van opacándolos, dándoles carácter, historia. Lo que un occidental llamaría simplemente suciedad, dice Tanikazi, es un ingrediente constitutivo de muchas cosas que a los japoneses tradicionales les parecen bellas y valiosas. Una tetera oscurecida por la grasa y el hollín y el paso del tiempo, les parece bella: la costra que se forma sobre ella, las capas y capas de frotes y usos, embellece una tetera. Saber que se posee un objeto de esas características "nos tranquiliza el corazón y nos apacigua los nervios". Los japoneses no gozan instantáneamente de "lo nuevo", como los occidentales: no disfrutan de "lo que reluce", salvo que reluzca –y hay que revalorizar y redescubrir esta palabra– por "el efecto del tiempo", que es una expresión china, y que en Japón se reemplaza por "el desgaste del, tiempo". Posiblemente no haya una conjunción de palabras que divida más crudamente dos civilizaciones. Para nosotros, el desgaste del tiempo sólo puede procurar decadencia, desencanto, agotamiento. En el Japón tradicional, sin embargo, nada era equiparable y de precio tan imposible como algo desgastado por el tiempo. El tiempo desgasta, claro, pero en una perspectiva de sentido totalmente opuesta, los japoneses elevan a un rango superior un objeto común y corriente que ha sobrevivido generaciones: eso va generando una capa de color y sustancia que repele a un occidental y atrae a un japonés: pensándolo bien, ese frote colectivo e intergeneracional es exactamente lo opuesto a lo que Occidente impone como bello. Lo nuevo, lo intocado, lo que no tiene historia. Está demás decir que esta concepción de la belleza es total y absolutamente contradictoria con una sociedad de mercado, en la que sus miembros son disciplinados para creer e incluso sentir que algo nuevo es mejor que algo usado.

Ya en su época, Tanikazi miraba también con recelo las cerámicas blancas que iban reemplazando lentamente en el corazón del Japón a las antiguas lacas oscuras, ocres, verdosas, marrones, rojas con tintes negros. Hoy nosotros compramos en casas de diseño platos cuadrados de cerámica blanca creyendo que ellas guardan cierto encanto japonés. Tanikazi nos explica que los antiguos colores que respetaban la estratificación de las sombras guardaban un secreto que Japón ha perdido. Incluso la vieja tradición de decorar esas lacas con oro molido, que hoy parece recargado para el gusto minimal que suponemos que proviene del Japón, estaban pensados para iluminar con sus ráfagas doradas una penumbra exquisita, generada por las lámparas de aceite o la llama de una antorcha. "Una laca decorada con oro molido no está hecha para ser vista una sola vez en un lugar iluminado, sino para ser adivinada en un lugar oscuro, en medio de una luz difusa que va revelando uno u otro detalle, de tal manera que la mayor parte de su suntuoso decorado, constantemente oculto en la sombra, suscita resonancias inexpresables."

Quizá por nuestra cultura psi, otorgamos a la sombra una connotación que queda atrapada en el universo esquivo y tenebroso de los fantasmas. Tanikazi, sin hacerlo explícito, da cuenta de una tradición milenaria que había hecho un pacto con la sombra, y también con los fantasmas: algo lleva a creer que los japoneses supusieron la luz como algo inevitable, y cubrieron todo de sombra para disponerse al juego humano del asombro y la ensoñación. Los occidentales, en cambio, los domingos por la tarde, solemos encender todas las luces. La sombra no nos invita al juego, sino al misterio que nuestra civilización expulsa porque no sabe qué hacer con él, cómo conjurarlo, cómo obedecerle.



Junichiro Tanizaki (1886-1965) fue uno de los más destacados novelistas del Japón. Es autor de Hay quien prefiere las ortigas (1955), Las hermanas Makioka (1957) y La Llave (1961). El elogio de la sombra (1933) es su ensayo más trascendente. Aquí emerge el conocimiento del arte japonés atravesado por una tradición ancestral. Tanizaki se concentra en una reflexión sobre la arquitectura tradicional nipona. El método comparativo, la indicación de diferencias respecto al Occidente, permite la mayor comprensión del específico gusto estético japonés en relación con la construcción de templos, casas y objetos. El Occidente prefiere lo luminoso, lo pulido, lo resplandeciente y sin manchas, lo rectilíneo y armonioso. El Japón, en cambio, según advierte Tanizaki, opta por el poder sugestivo de la sombra y lo asimétrico. La penumbra, la opacidad, el espacio vacío, e incluso la pátina en los objetos, expresan un trasfondo profundo, cercano, que constituye las cosas. La penumbra, el claroscuro, las entonaciones de la sombra, liberan velados reflejos del vacío que el Japón tradicional, bajo el influjo del zen, intuye como la íntima trama del ser.

martes, 24 de junio de 2008

viernes, 30 de mayo de 2008

CUANDO SUPE AL DECLINAR EL DIA, por Walt Whitman.

Cuando supe al declinar el día que mi nombre había sido
aplaudido en el Capitolio, no fue feliz para mí la noche
de aquel día,
Y cuando me embriagué o cuando mis planes tuvieron éxito,
tampoco fui feliz,
Pero el día en que al alba me levanté del lecho de la salud perfecta,
renovado, cantando, aspirando el fresco aliento del otoño,
Cuando vi palidecer en el oeste a la luna llena y perderse en la luz
de la mañana,
Cuando erré solo por la playa, y desnudo me sumergí en el mar y
me reí con las aguas frescas y vi la salida del sol,
Y cuando pensé que mi querido amigo, mi amante, estaba ya en
camino, entonces fui feliz,
Entonces cada aliento fue más dulce, y durante aquel día la comida
me alimentó mejor y el día hermoso pasó bien,
Y el día siguiente llegó con la misma alegría, y con el otro al
atardecer llegó mi amigo,
Y aquella noche cuando todo estaba en silencio oí las lentas aguas
incesantes que subían por la playa,
Y el susurro de las aguas y de la arena, como si quisieran
felicitarme,
Pues aquél, a quien amo, estaba dormido a mi lado bajo la misma
manta en la noche fresca,
Bajo la quieta luna del otoño su rostro me
miraba,
Y su brazo descansaba sobre mi pecho, y aquella noche fui feliz.

martes, 29 de abril de 2008

lunes, 28 de abril de 2008

viernes, 18 de abril de 2008

CONTINUIDAD DE LOS PARQUES, por Julio Cortàzar.

Había empezado a leer la novela unos días antes. La abandonó por negocios urgentes, volvió a abrirla cuando regresaba en tren a la finca; se dejaba interesar lentamente por la trama, por el dibujo de los personajes. Esa tarde, después de escribir una carta a su apoderado y discutir con el mayordomo una cuestión de aparcerías, volvió al libro en la tranquilidad del estudio que miraba hacia el parque de los robles. Arrellanado en su sillón favorito, de espaldas a la puerta que lo hubiera molestado como una irritante posibilidad de intrusiones, dejó que su mano izquierda acariciara una y otra vez el terciopelo verde y se puso a leer los últimos capítulos. Su memoria retenía sin esfuerzo los nombres y las imágenes de los protagonistas; la ilusión novelesca lo ganó casi en seguida. Gozaba del placer casi perverso de irse desgajando línea a línea de lo que lo rodeaba, y sentir a la vez que su cabeza descansaba cómodamente en el terciopelo del alto respaldo, que los cigarrillos seguían al alcance de la mano, que más allá de los ventanales danzaba el aire del atardecer bajo los robles. Palabra a palabra, absorbido por la sórdida disyuntiva de los héroes, dejándose ir hacia las imágenes que se concertaban y adquirían color y movimiento, fue testigo del último encuentro en la cabaña del monte. Primero entraba la mujer, recelosa; ahora llegaba el amante, lastimada la cara por el chicotazo de una rama. Admirablemente restañaba ella la sangre con sus besos, pero él rechazaba las caricias, no había venido para repetir las ceremonias de una pasión secreta, protegida por un mundo de hojas secas y senderos furtivos. El puñal se entibiaba contra su pecho, y debajo latía la libertad agazapada. Un diálogo anhelante corría por las páginas como un arroyo de serpientes, y se sentía que todo estaba decidido desde siempre. Hasta esas caricias que enredaban el cuerpo del amante como queriendo retenerlo y disuadirlo, dibujaban abominablemente la figura de otro cuerpo que era necesario destruir. Nada había sido olvidado: coartadas, azares, posibles errores. A partir de esa hora cada instante tenía su empleo minuciosamente atribuido. El doble repaso despiadado se interrumpía apenas para que una mano acariciara una mejilla. Empezaba a anochecer.Sin mirarse ya, atados rígidamente a la tarea que los esperaba, se separaron en la puerta de la cabaña. Ella debía seguir por la senda que iba al norte. Desde la senda opuesta él se volvió un instante para verla correr con el pelo suelto. Corrió a su vez, parapetándose en los árboles y los setos, hasta distinguir en la bruma malva del crepúsculo la alameda que llevaba a la casa. Los perros no debían ladrar, y no ladraron. El mayordomo no estaría a esa hora, y no estaba. Subió los tres peldaños del porche y entró. Desde la sangre galopando en sus oídos le llegaban las palabras de la mujer: primero una sala azul, después una galería, una escalera alfombrada. En lo alto, dos puertas. Nadie en la primera habitación, nadie en la segunda. La puerta del salón, y entonces el puñal en la mano, la luz de los ventanales, el alto respaldo de un sillón de terciopelo verde, la cabeza del hombre en el sillón leyendo una novela.

En FINAL DE JUEGO, 1956.

lunes, 24 de marzo de 2008

NIÑO VIEJO, por Reinaldo Arenas.

Yo soy ese niño de cara redonda y sucia
que en cada esquina os molesta con su

"can you spend one quarter"

Yo soy ese niño de cara sucia
-sin duda inoportuno –
que de lejos contempla los carruajes
donde otros niños emiten risas y saltos considerables.

Yo soy ese niño desagradable
-sin duda inoportuno –
de cara redonda y sucia que ante los grandes faroles
o bajo las grandes damas también iluminadas
o ante las niñas que parecen levitar
proyecta el insulto de su cara redonda y sucia

Yo soy ese niño hosco, más bien gris,
Que envuelto en lamentables combinaciones
pone una nota oscura sobre la nieve
o sobre el cesped tan cuidadosamente recortado
que nadie sino yo, porque no pago multas se atreve a pisotear.

Yo soy ese airado y solo niño de siempre
que os lanza el insulto del solo niño de siempre
y os advierte: si hipócritamente me acariciais la cabeza
aprovecharé la ocasión para levantarles la cartera.

Yo soy ese niño de siempre
ante el panorama del inminente espanto.
Ese niño, ese niño,
ese niño que corrompe el poema con su nota naturalista.
Ese niño, ese niño,
ese niño que impone arduos y aburridos ensayos
y hasta novelas, aún más aburridas, sobre “los bajos fondos”.
Ese niño, ese niño,
ese niño de cara airada y sucia que impone arduas
y siniestras revoluciones
para luego seguir con su cara aún más airada y sucia.
Ese niño, ese niño
ese niño ante el panorama siempre inminente
(sólo inminente)
del inminente espanto, de la inminente lepra, del inminente
piojo,
del delito o del crimen inminentes.
Yo soy ese niño repulsivo que improvisa una cama
con cartones viejos y espera, seguro,
que venga usted a hacerle compañía.

Nueva York, Octubre de 1983.

domingo, 23 de marzo de 2008

DIVIDIDOS en Córdoba.

Fecha: 15 de Marzo de 2007.
Lugar: Ciudad Universitaria.
Hora: 17,30.
Fotos: César.








jueves, 20 de marzo de 2008

MANIFIESTO ROCK, por Luis Alberto Spinetta.

Manifiesto Rock: música dura, la suicidada por la sociedad.

Son tantos los matices que comprenden la actitud creativa de la música local ( entendiendo que en esa actitud existe un compromiso con el momento cósmico humano ), son tantos los pasos que sucesivamente deforman los proyectos, incluso los más elementales como ser mostrar una música, reunir mentes libres en un recital, producir en suma algún sonido entre la maraña complaciente y sobremuda que:
EL QUE RECIBE DEBE COMPRENDER DEFINITIVAMENTE QUE LOS PROYECTOS EN MATERIA DE ROCK ARGENTINO NACEN DE UN INSTINTO.
Por lo tanto: el Rock no le concierne a ciertas músicas que aparentemente INTUIDAS POR LAS NATURALEZAS DE QUIENES LAS EJECUTAN siguen guardando una actitud paternalista, tradicional en el sentido enfermo de la tradición, formulista, mitómana, y en la última floración de esta contaminación, sencillamente “facha”.
Sólo en la muerte muere el instinto.
Por lo tanto, si éste se mantiene invariable, adjunto a la condición humana a la que necesitamos modificar para reiluminarnos masivamente, quiere decir que tal instinto es la vida.
El Rock no es solamente una forma determinada de ritmo o melodía.
Es el impulso natural de dilucidar a través de una liberación total los conocimientos profundos a los cuales, dada la represión, el hombre cualquiera no tiene acceso.
El Rock muere sólo para aquellos que intentaron siempre reemplazar ese instinto por expresiones de lo superficial, por lo tanto lo que proviene de ellos sigue manteniendo represiones, con lo cual sólo estimulan “EL CAMBIO” exterior y contrarrevolucionario.
Y no hay cambio posible entre opciones que taponan la opción de la liberación interior.
El Rock no ha muerto.
En todo caso, cierta estereotipación en los gustos de los músicos debería liberarse y alcanzar otra luz.
El instinto muere en la muerte, repito.
El Rock es el instinto de vivir y en ese descaro y en ese compromiso.
Si se habla de muerte, MUERTE, si se habla de vivir, VIDA.
Más vale que los rockeros, cualesquiera sean sus tendencias (entre las cuales dentro de lo que se entiende por instinto de Rock no hay mayores contradicciones) jamás se topen con los personajes hijos de puta demonios colaterales del gran estupefaciente de la represión que pretende conducirnos por el camino de la profesionalidad.
Porque en esa profesionalidad se establece ( y aquí entran a tallar todas las infinitas contusiones por las que se debe pasar hasta llegar a dar ) un juego que contradice a la liberación, que pudre el instinto, que modifica como un cáncer incontenible la piel original de la idea creada hasta hacerla, en algunos casos, pasar a través de un tamiz en el que la energía totalizadora de ese nuevo lenguaje abandona la sustancia integral que el músico dispuso por instinto en su momento de crear, y luego esa abortación está presente en los escenarios, en la afinación, hasta en la imagen exterior del mensaje cuando por fin se hace posible verlo.
Tengo conciencia de que el público ve esta debilidad y no se libera: sufre.
Luego esta ausencia de totalidad, esa parcialidad, es el negocio del Rock.
El negocio del cual viven muchos a costa de los músicos, poetas, autores, y hombres creativos en general.
O sea, esta difamación de proyectos sólo adquiere relieve en esa “ganancia” que representa haber ejecutado el negocio, y solamente en ese nivel hay una aparente eficacia.
Es la parcialidad de pretender que algo que es de todos termina en definidas cuentas en manos de aquellos bastardos de siempre.
Este mal, por último rebote, cae nuevamente en la nuca de los músicos, y los hace pelota.
Luego de participar del juego, son muy pocos los que aun permanecen con fuerzas para impedir la trampa al repetir una y otra vez el juego mediante el cual expresarse, o simplemente arriesgar en el precipicio de la deformación un mensaje que por instintivo es puro y debería llegar al que lo recibe tal cual nació.
Este juego pareciera ser el único posible (hay mentalidades que nos fuerzan a que sea así).
Lo importante es que hay otros caminos.
Luego de haber caído tantas veces antes de ejecutar esa caída final, parábola definitiva en la que se cierran los cerebros para no amar ni dar, hay muy pocos músicos que pueden seguir conservando ese instinto.
DENUNCIA SIN EL LIMITE DE LA DENUNCIA A LO QUE NO RECIBE DENUNCIA A LO QUE LA DENUNCIA TRASPASA A ALGO PEOR QUE LA DENUNCIA MISMA.
Denuncio a los representantes y productores en general, y los merodeadores de éstos sin excepción, por indefinición ideológica y especulación comercial.
Ya que estos no se diferencian de los patrones de empresa que resultan explotadores de sus obreros.
O sea, por ser los engranajes de un pensamiento de liberación a quienes no les interesa que toda la pieza se mueva, dado que al producirse el más mínimo movimiento, serían los primeros en auto reprimirse y dejarían por tanto de participar en “la cosa”.
Denuncio a ciertas agrupaciones musicales que se alimentan con esas mentalidades no libres, a pesar de contar con el apoyo del público de mente libre.
Denuncio a otros grupos musicales por repetitivos y parasitarios, por atentar contra la música amplia y desprejuiciada, estableciendo mitos con imágenes calcadas de otras músicas que son tan importantes como las que ellos no se atreven a crear ni sentir.
Denuncio a los tildadores de lo extranjerizante porque reprimen la información necesaria de músicas y actitudes creativas que se dan en otras partes del planeta, y porque consideran que los músicos argentinos no pueden identificarse con sentimientos hoy día universales.
Además es de prever que si estos señores desconocen que la Argentina provee a su música nuevos contenidos nativos, ellos mismos están minimizando la riqueza de una creación local apenas florecida.
Denuncio a otras mentalidades por elitistas y pronosticadoras del suceso de la muerte de algo que por instintivo no puede morir antes de la vida misma.

Denuncio a las editoriales “fachas” por distribuir información falsa en sí misma y por deformar la información verdadera para hacerla coincidir con las otras mentalidades a las que denuncio.

Denuncio a los participantes de toda forma de represión por represores y a la represión en sí por atañir a la destrucción de la especie.
Denuncio finalmente a mi yo enfermo por impedir que mi centro de energía esencial domine este lenguaje al punto de que provoque una total transformación en mí y en quien se acerque a esto.
El rock, música dura, cambia y se modifica, en un instinto de transformación.


Luis Alberto Spinetta, Septiembre de 1973.

martes, 18 de marzo de 2008

SOBRE LA DESAPARICION DE PERSONAS.

En la víspera del 32 aniversario del comienzo de la última dictadura militar en la Argentina, comparto con ustedes este fragmento de la novela de Gabriel Garcia Marquez, "Cien Años de Soledad".

Aquellos que se encargan de ponerle rótulos al arte incluyeron a la obra del Gabo dentro del género "realismo mágico", tal vez en oposición a lo que en la misma época se conocía como "realismo social" y que tantos exponente tenía nuestro país. Pero sucede a veces, y estoy convencido, que las obras de arte se encaprichan con negar a sus tildadores y a sus críticos (a veces, hasta a sus mismos creadores).

Espero que se puedan tomar unos minutos para leerlo. Cualquier semejanza con hechos reales, es pura magia...

Cien Años de Soledad (1967).
La Huelga Bananera.

...La huelga grande estalló. Los cultivos se quedaron a medias, la fruta se pasó en las cepas y los trenes de ciento veinte vagones se pararon en los ramales. Los obreros ociosos en un sábado de muchos días, y en el salón de billares del Hotel de Jacob hubo que establecer turnos de 24 horas. Allí estaba José Arcadio Segundo, el día en que se anunció que el ejército había sido encargado de restablecer el orden público...

...La ley marcial facultaba al ejército para asumir funciones de árbitro de la controversia, pero no se hizo ninguna tentativa de conciliación. Tan pronto como se exhibieron en Macondo, los soldados pusieron a un lado los fusiles, cortaron y embarcaron al banano y movilizaron los trenes. Los trabajadores, que hasta entonces se habían conformado con esperar, se echaron al monte sin más armas que sus machetes de labor, y empezaron a sabotear el sabotaje. Incendiaron fincas y comisariatos, destruyeron los rieles para impedir el tránsito de los trenes que empezaban a abrirse paso con fuego de ametralladoras, y cortaron los alambres del telégrafo y el teléfono. Las acequias se tiñeron de sangre. El señor Brown, que estaba vivo en el gallinero electrificado, fue sacado de Macondo con su familia y las de otros compatriotas suyos, y conducidos a territorio seguro bajo la protección del ejército. La situación amenazaba con evolucionar hacia una guerra civil desigual y sangrienta, cuando las autoridades hicieron un llamado a los trabajadores para que se concentraran en Macondo. El llamado anunciaba que el Jefe Civil y Militar de la provincia llegaría el viernes siguiente, dispuesto a interceder en el conflicto.

José Arcadio Segundo estaba entre la muchedumbre que se concentró en la estación desde la mañana del viernes. Había participado en una reunión de los dirigentes sindicales y había sido comisionado junto con el coronel Gavilán para confundirse con la multitud y orientarla según las circunstancias. No se sentía bien, y amasaba una pasta salitrosa en el paladar, desde que advirtió que el ejército había emplazado nidos de ametralladoras alrededor de la plazoleta, y que la ciudad almbrada de la compañia bananera estaba protegida con piezas de artillería. Hacia las doce, esperando un tren que no llegaba, más de tres mil personas, entre trabajadores, mujeres y niños, habían desbordado el espacio descuebierto frente a la estación y se apretujaban en las calles adyacentes que el ejército cerró con filas de ametralladoras. Aquello parecía entonces, más que una recepción, una feria jubilosa. Habían trasladado los puestos de fritangas y las tiendas de bebidas de Calle de los Turcos, y la gente soportaba con muy buen ánimo el fastidio de la espera y el sol abrasante. un poco antes de las tres corrió el rumor de que el tren oficial no llegaría hasta el día siguiente. La muchedumbre cansada exhaló un suspiro de desaliento. Un teniente del ejército se subió entonces en el techo de la estación , donde había cuatro nidos de ametralladoras enfiladas hacia la multitud, y se dio un toque de silencio. Al lado de José Arcadio Segundo estaba una mujer descalza, muy gorda, con dos niños de unos cuatro y siete años. Cargó al menor, y le pidió a José Arcadio Segundo, sin conocerlo, que levantara al otro para que oyera mejor lo que iban a decir. José Arcadio Segundo se acaballó al niño en la nuca. Muchos años después, ese niño había de seguir contando, sin que nadie se lo creyera, que había visto al teniente leyendo con una bocina de gramófono el Decreto Número 4 del Jefe Civil y Militar de la provincia. Estaba firmado por el general Carlos Cortes Vargas, y por su secretario, el mayor Enrique García Isaza, y en tres artículos de ochenta palabras declaraba a los huelguistas cuadrilla de malhechores y facultaba al ejército para matarlos a bala.

Leído el decreto, en medio de una ensordecedora rechifla de protesta, un capitán sustituyó al teniente en el techo de la estación, y con la bocina de gramófono hizo señas de que quería hablar. La muchedumbre volvió a guardar el silencio.

- Señoras y señores - dijo el capitán con una voz baja, lenta, un poco cansada - , tienen cinco minutos para retirarse.

La rechifla y los gritos redoblados ahogaron el toque de clarín que anunció el principio del plazo. Nadie se movió.

- Han pasado cinco minutos - dijo el capitán en el mismo tono -. Un minuto más y se hará fuego...

...Embriagado por la tensión, por la maravillosa profundidad del silencio y, además, convencido de que nada haría mover a aquella muchedumbre pasmada por la fascinación de la muerte, José Arcadio Segundo se empinó por encima de las cabezas que tenía enfrente, y por primera vez en su vida levantó la voz.

- ¡Cabrones! - gritó -. Les regalamos el minuto que falta.

...De pronto , a un lado de la estación, un grito de muerte desgarró el encantamiento: "Aaaay, mi madre." Una fuerza sísmica, un aliento volcánico, un rugido de cataclismo, estallaron en el centro de la muchedumbre con una descomunal potencia expansiva. José Arcadio Segundo apenas tuvo tiempo de levantar al niño, mientras la madre con el otro era absorbida por la muchedumbre centrifugada por el pánico...

...El niño vio a una mujer arrodillada, con los brazos en cruz, en un espacio limpio, misteriosamente vedado a la estampida. Allí lo puso José Arcadio Segundo, en el instante de derrumbarse con la cara bañada en sangre, antes de que el tropel colosal arrasara con el espacio vacío, con la mujer arrodillada, con la luz del alto cielo de sequía, y con el puto mundo donde Úrsula Iguarán había vendido tantos animalitos de caramelo.

...Cuando José Arcadio Segundo despertó estaba bocarriba en las tinieblas. Se dio cuenta de que iba en un tren interminable y silencioso, y de que tenía el cabello apelmazado por la sangre seca y le dolían todos los huesos. Sintió un sueño insoportable. Dispuesto a dormir muchas horas, a salvo del terror y el horror, se acomodó del lado que menos le dolía, y solo entonces descubrió que estaba acostado sobre los muertos. No había un espacio libre en el vagón, salvo el corredor central. Debían de haber pasado varias horas después de la masacre, porque los cadáveres tenían la misma temperatura del yeso en otoño, y su misma consistencia de espuma petrificada, y quienes los habían puesto en el vagón tuvieron tiempo de arrumarlos en el orden y el sentido en que se transportaban los racimos de banano. Tratando de fugarse de la pesadilla, José Arcadio Segundo se arrastró de un vagón a otro, en la dirección en que avanzaba el tren, y en los relámpagos que estallaban por entre los listones de madera al pasar por los pueblos dormidos veía los muertos hombres, los muertos mujeres, los muertos niños, que iban a ser arrojados al mar como el banano de rechazo...

...Cuando llegó al primer vagón dio un salto en la oscuridad, y se quedó tendido en la zanja hasta que el tren acabó de pasar. Era el mas largo que había visto nunca, con casi doscientos vagones de carga, y una locomotora en cada extremo y una tercera en el centro. No llevaba ninguna luz, ni siquiera las rojas y verdes lámparas de posición, y se deslizaba a una velocidad nocturna y sigilosa. Encima de los vagones se veían los bultos oscuros de los soldados con las ametralladoras emplazadas...

... José Arcadio Segundo ignoraba dónde había saltado, pero sabía que caminando en sentido contrario al del tren llegaría a Macondo. Al cabo de más de tres horas de marcha, empapado hasta los huesos, con un dolor de cabeza terrible, divisó las primeras casas a la luz del amanecer. Atraído por el olor del café, entró en una cocina donde una mujer con un niño en brazos estaba inclinada sobre el fogón.

- Buenos días- dijo exhausto -. Soy José Arcadio Segundo Buendía.

Pronunció el nombre completo, letra por letra, para convencerse de que estaba vivo. Hizo bien, porque la mujer había pensado que era una aparición al ver en la puerta la figura escuálida, sombría, con la cabeza y la ropa sucias de sangre, y tocada por la solemnidad de la muerte. Lo conocía. Llevó una manta para que se arropara mientras se secaba la ropa en el fogón, le calentó agua para que se lavara la herida que era sólo un desgarramiento de la piel, y le dio un pañal limpio para que se vendara la cabeza. Luego le sirvió un pocillo de café, sin azúcar, como le habían dicho que lo tomaban los Buendía, y abrió la ropa cerca del fuego.

José Arcadio Segundo no habló mientras no terminó de tomar el café.

- Debían ser como tres mil - murmuró.

- Que?

- Los muertos - aclaró él-. Debían ser todos los que estaban en la estación.

La mujer lo midió con una mirada de lástima. "Aquí no ha habido muertos - dijo -. Desde los tiempos de tu tío, el coronel no ha pasado nada en Macondo." En tres cocinas donde se detuvo José Arcadio Segundo antes de llegar a la casa le dijeron lo mismo: "No hubo muertos." Pasó por la plazoleta de la estación, y vio las mesas de fritangas amontanadas una encima de otra, y tampoco allí encontró rastro alguno de la masacre. Las calles estaban desiertas bajo la lluvia tenaz y las casas cerradas, sin vertigios de vida interior. La única noticia humana era el primer toque para misa...

...a esa hora visitó a su hermano en el cuarto de Melquíades. Tampoco él creyó la versión de la masacre ni la pesadilla del tren cargado de muertos que viajaba hacia el mar. La noche anterior habian leído un bando nacional extraordinario, para inforar que los obreros habían obedecido la orden de evacuar la estación, y se dirigían a sus casas en caravanas pacíficas. El bando informaba también que los dirigentes, con un elevado espíritu patriótico, habían reducido sus peticiones a dos puntos: reforma de los servivios médicos y construcción de letrinas en las viviendas. Se informó más tarde que cuando las autoridades militares obtuvieron el acuerdo de los trabajadores, se apresuraron a infromárselo al señor Brown, y que éste no sólo había aceptado las nuevas condiciones, sino que ofreció pagar tres días de jolgorios públicos para celebrar el término del conflicto...

...Una semana después seguía lloviendo. La versión oficial, mil veces repetida y machacada en todo el país por cuanto medio de divulgación encontró el gobierno a su alcance, terminó por imponerse: no hubo muertos, los trabajadores habían vuelto con sus familias, y la compañia bananera suspendía actividades mientras pasaba la lluvia...

...Durante el día los militares andaban por los torrentes, con los pantalones enrollados en media pierna,
jugando a los naufragios con los niños. En la noche, después del toque de queda, derribaban puertas a culatazos, sacaban a los sospechosos de sus camas y se los llevaban a un viaje sin regreso. Era todavía la búsqueda y el exterminio de los malhechores, asesinos, incendiarios y revoltosos del Decreto número Cuatro, pero los militares lo negaban a los propios parientes de sus víctimas, que desvordaban la oficina de los comandantes en busca de noticias. "Seguro que fue un sueño", insistían los oficiales. "En Macondo no ha pasado nada, ni está pasando nada ni pasará nunca. Este es un pueblo feliz".



martes, 11 de marzo de 2008

FRANK T en Córdoba

Fecha: Martes 11 de Diciembre de 2007.
Lugar: Plaza de la Intendencia.
Hora: 19.30.
Fotos: César.













Si querés saber más sobre Frank T, visita:
http://www.taringa.net/posts/988261
http://es.wikipedia.org/wiki/Frank_T
http://www.frankt.com/